martes, 9 de septiembre de 2008

Una voz llamada Pauline

Sin temor a parecer impropia me atrevo a decir que a muy pocos gobiernos le importan los confinados, menos aún las confinadas. La superficialidad en el análisis de muchos políticos, avalado por el temor nuestro, nos ha llevado a pensar que podemos tener mayor seguridad social con más policías y por supuesto con más cárceles.

La manera en que son tratados los confinados y las confinadas por los sistemas penitenciarios, es un asunto que llena las páginas de los informes de las organizaciones de derechos humanos. El hacinamiento, la deficiencia en los servicios, el abuso de las autoridades y la casi inexistencia de programas de rehabilitación son constantes en el trato hacia aquellos que consideramos en una categoría humana inferior.

Por eso llaman la atención las personas que dedican parte de sus vidas a defender los derechos de confinadas y confinados. A veces la pasión por estas causas es provocada por una experiencia de impacto personal, ese es el caso de Pauline Campbell, maestra retirada y madre. Pauline colocó su cuerpo veintiocho veces frente a la entrada de innumerables cárceles de mujeres en Reino Unido para evitar que camiones con nuevas prisioneras entraran a la institución. Con esa protesta tan particular quería dramatizar que esas mujeres eran conducidas hacia su muerte. Nada exagerado si tomamos en consideración que desde 2003 hasta el presente cuarenta y una mujeres han cometido suicidio en centros de detención en el Reino Unido. Sarah, la hija de Pauline fue una de esas mujeres, a los dieciocho años se suicido, días después de iniciada su condena de tres años por asesinato involuntario.

Las persistentes denuncias de Pauline Campbell tuvieron como consecuencia que el gobierno ordenara un informe especial sobre los casos de suicidio y que al presente monitoree el estado de los confinados en las instituciones carcelarias. Gracias a esos estudios el gobierno inglés sabe que la posibilidad de que una confinada cometa suicidio es dieciocho veces más alto que en la población general. Debido a esto se discute entre otras cosas la posibilidad de eliminar las sentencias en prisión en los casos de delitos menos graves entre varias medidas.

Pauline señalaba en sus mensajes que la mayoría de estas mujeres habían sido abandonadas por el Estado. Y es que las investigaciones del propio gobierno señalan que el 72% de las mujeres que cometieron suicidio en las cárceles tenían un historial de problemas de salud mental, además más de la mitad de la población general de confinadas ha sufrido de violencia doméstica y una de cada tres, abuso sexual. Es decir, antes de confrontar problemas con la ley estas mujeres fueron víctimas de la violencia social y fueron atendidas con negligencia.

Ante esta realidad y leyendo a la isla desde la distancia, me sorprende favorablemente la información sobre la reducción de mujeres y menores en las cárceles del país. Puerto Rico estaría en dirección contraria a la nefasta práctica mundial de aumentar cada vez más la población penal. Desafortunadamente no puedo concluir que este aparente logro es el producto de una política pública dirigida a manejar de manera compasiva la situación de las confinadas pues el Sr. Pereira no puede explicar la razón de esta reducción.

Aún así las voces como las de Pauline Campbell tienen pertinencia para Puerto Rico, nos recuerdan que a veces los actos delictivos provienen de personas que fueron y son víctimas de la injusticia social. Recientemente el cuerpo de Pauline cayó cerca de la tumba de su hija Sarah, vencido por la muerte, última expresión de su amor materno, última protesta.

Publicado en El Nuevo Día agosto de 2008, San Juan Puerto Rico

Margarita Sánchez De León
mailto:sanmargarita@gmail.com

No hay comentarios.: